Habitualmente, la gente se pregunta cómo hace para reintegrarse a la sociedad una persona que pasó muchos años en prisión. La respuesta no es sencilla y tiene muchas aristas de análisis. Lo cierto es que más de un recluso, luego de varios años de cárcel, no encuentra mejor hábitat que el propio presidio, pues, a la postre, éste se transforma en su verdadero hogar. Esto, que resulta insólito para la mayoría de las personas, supone una alternativa válida para quienes carecen de afectos o pertenencias fuera de los muros de una unidad penitenciaria. Un caso emblemático lo constituye Paul Geidel, un norteamericano que fue condenado a prisión en 1911, cuando tenía solo 17 años de edad. Geidel estuvo preso hasta 1974, pero cuando pudo acceder a la libertad condicional, rechazó ese privilegio para seguir viviendo en la cárcel. La justicia se lo permitió, pero en 1980, debió abandonar, definitivamente, la prisión. Para entonces, desde su ingreso en 1911, habían pasado, nada menos, que 68 años, 8 meses y dos días. |